martes, 10 de mayo de 2022

La crisis del modelo policial dominicano a la luz de la cultura dominicana. (Parte

 



Por Carlos Julio Féliz Vidal

Teóricamente, la Policía dominicana está sujeta a una diversidad de jerarquías que terminan dificultando su accionar  y que, en parte, se relacionan con la crisis del modelo que nos hemos dado como país.

La Policía Nacional tiene como jefe supremo al Presidente de la República; como superior orgánico al Ministerio de Interior y Policía y como Jefe de la Policía Judicial al Ministerio Público, órganos todos externos a la propia estructura policial.

A lo interno, la Policía Nacional tiene un Director General, un eufemismo dominicano para hacer referencia al “verdadero jefe” de la policía.


La jerarquía policial dominicana se ha inspirado en el de las Fuerzas Armadas, de donde deviene la existencia de una multiplicidad de “jefes” que ocupan posiciones de mando como  “directores”; bajo esa perspectivas en la Policía Nacional existen “rangos”, que permiten clasificar a sus miembros desde rasos hasta  generales, cada uno con una cuota de mando distinta, lo que hace imposible, en el marco de la “cultura dominicana”, que los policías se vean asimismos como “civiles armados”, llamados a mantener “relaciones de confraternidad y colaboración” con la sociedad.

En un esquema policial donde la propia idea de jerarquía se diluye tras la existencia de órganos externos e internos, donde los papeles básicos de la policía vienen dados en normas constitucionales, en leyes  orgánicas y ordinarias, en reglamentaciones y protocolos de actuación,  sin que previamente se haya trabajado la base “educativa”, la “plataforma de derechos humanos”, los “vínculos societarios” de los agentes con la comunidad a la que sirven, basados en el respeto y la consideración mutuos, no ha de extrañar que la Policía actúe en muchos casos como “chivos sin ley”.

La Policía Nacional está integrada por dominicanos y dominicanas, ella no ha de “cambiar” si el Estado dominicano no cambia su propia visión del orden público, de la seguridad ciudadana y de la relación entre autoridad y gobernados.

Los policías ostentan un nivel de “autoridad” que lo derivan de la legislación, sin embargo, en la práctica actúan como los políticos que ocupan funciones públicas, que terminan olvidándose del pueblo, al asumirse como “dueños y señores” de la cosa pública, haciéndose “ciegos y sordos” ante las necesidades del pueblo.

República Dominicana tiene que trabajar una nueva base del Estado, que permita que el servidor público sea  “un aliado”, no “un enemigo” del pueblo, lo que debe predicarse de todos los ciudadanos que perciben un salario del Estado, en lo municipal, en lo congresual, en lo Judicial, en los estamentos armados, en la policía nacional, en la administración pública centralizada, descentralizada, en los organismos autónomos, hasta alcanzar las máximas Magistraturas del Estado.

Toda reforma que se haga de la Policía Nacional al margen de un cambio de la concepción de la cultura dominicana, está llamada al fracaso, en tanto que la Policía sólo es un componente de un Sistema cultural más amplio.

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